El día
13 de julio de 1936, una noticia de primera página recorrerá toda España,
siendo el tema de todas las conversaciones. Todos los periódicos publicaran la
noticia del asesinato de Calvo Sotelo, condenando el crimen y produciendo gran
indignación en todas las clases sociales de este país.
La
muerte de Calvo Sotelo alentaría al General Mola a allanar las dificultades que
este mantenía con los carlistas. Esta muerte efectivamente eliminará las
ultimas reservas que algunos de los dirigentes políticos de la extrema derecha
mantenían aún para sellar los acuerdos previos a un levantamiento militar
organizado. Este ya se estaba gestando previamente y este hecho no hizo sino
acrecentar los ánimos de rebelión.
Al día
siguiente del asesinato se reunirá la comisión Permanente de las Cortes. Desde
ese mismo momento
los acontecimientos se sucederán a velocidad de vértigo, arrastrando a los
mismos a muchos indecisos.
El día
16 Franco se traslada por mar a Las Palmas para presidir el entierro del
general Amado Balmes Alonso, integrado en la conspiración, fallecido en un
accidente, al disparársele una pistola que estaba inspeccionando.
Concluidas
las honras fúnebres, se traslada en el “Dragon
Rapide”,con breve escala en Casablanca, a Marruecos donde llega el día 18
para ponerse al frente del Ejército allí sublevado.
Solo un
día antes, el día 17, se sublevan las guarniciones de África y el 18, el que
fuera un destacado general republicano, Gonzalo Queipo de Llano, lo hace en
Sevilla.
El
propio Gil Robles, solo algunos días antes de su muerte, casi como en señal de
vaticinio de lo que estaba a punto de suceder, en uno de sus discursos,
manifestó:
“Una
masa considerable de opinión, que es, por lo menos, la mitad de la nación, no
se resigna implacablemente a morir, os lo aseguro, si no puede defenderse por
un camino se defenderá por otro. Frente a la violencia que aquí se propugna,
surgirá la violencia por otro lado y el poder público tendrá el triste papel de
mero espectador de una contienda ciudadana en la que se va a arruinar, material
y espiritualmente, la nación.”
Tras su
muerte, cientos, miles de militantes de su partido pasarían a engrosar las
filas de Falange. La guardia civil se alineará al lado del poder tradicional,
traicionando la legalidad vigente. La Iglesia volverá a ser fiel a su
compromiso político al lado de la derecha y los sublevados. El viejo ejercito
español denotará ya claramente su anti-republicanismo visceral. La violencia
una vez más estaba servida.
Los
próximos acontecimientos cambiarían para siempre el rumbo de una España
dividida, de una
España
que estallaría en mil pedazos, destrozando en el estruendo cientos de miles de
vidas inocentes y las aspiraciones populares de cambio que la llegada de la II
República a este país representó.
Estas
aspiraciones se verían frustradas una vez mas por los egoísmos y la
irracionalidad de una vieja España, ya caduca, que con todas sus fuerzas se
resistía a desaparecer y cuyo coletazo final acabó con las esperanzas,
ilusiones y vidas de muchos de sus hijos.
Los
bandos del 17 y 18 de julio, declaraban el estado de guerra, asumiendo todos
los poderes la autoridad militar; declarando en rebelión militar a cualquiera
que hubiera defendido, activa o pasivamente el orden constitucional vigente en
la II República.
Las
matanzas indiscriminadas de las primeras semanas, acabarían en Aguilar con la
vida de mas de 150 personas, si a estas unimos las personas naturales de
Aguilar de la Frontera, que en los próximos días y meses serían asesinadas en
Puente Genil, en Córdoba, en La Carlota, en San Sebastian de los Ballesteros, y
en Málaga,. los muertos por hacinamiento y hambre en las carceles, prisiones y
campos de prisioneros del nuevo régimen. los muertos y desaparecidos en el
frente de batalla o en los campos de concentración nazis, el numero asciende a
209 personas.
La
cruel y violenta represión no se detuvo en las personas, alcanzó también a
todas sus organizaciones, partidos y agrupaciones políticas que hubieran
formado parte del Frente Popular.
En
Aguilar, la represión alcanzó a dirigentes políticos de organizaciones de
izquierda, maestros, jornaleros, obreros y personas anónimas cuyo único delito
consistió en mantenerse leales al Gobierno constitucional vigente.
Fueron
objeto de depuración, una depuración iniciada por la sanguinaria maquinaria
franquista, perfectamente organizada desde el inicio del golpe de estado y cuyo
único y principal objetivo consistió en exterminar y arrancar de raíz todo
vestigio de germen republicano que pudiera poner en peligro el naciente régimen
de terror que en el país se imponia por la fuerza.
Los
sometidos a depuración hubieron de abandonar a sus seres queridos al ver
peligrar sus vidas, padecieron largos años de encierro en míseras prisiones,
sufrieron torturas indiscriminadas, persecución, indignas humillaciones,
destierro, desapariciones forzadas y ejecuciones por fusilamientos.
Eran
jóvenes jornaleros, albañiles, barberos, ferroviarios, abogados, choferes,
impresores, electricistas, tipografos, mecánicos, carpinteros, estudiantes,
actores, carteros, industriales, taberneros, aperadores, y amas de casa. Todos
ellos fueron asesinados por que representaban un peligro inminente, para el
nuevo estado. Para las nuevas autoridades. Todos serían urgentemente buscados,
sometidos, detenidos y asesinados.
Durante
las tres primeras semanas fueron asesinadas en esta localidad mas de 60
personas, entre ellos el alcalde José María León Jiménez, Antonio Manuel Palma
Moreno, militante del Sindicato de Muleros “La Constancia, adcrito a la UGT,
Andrés Alberca Conde concejal republicano y su hijo, Rafael Ortiz Cruz,
socialista y cabo de los municipales, Francisco Lucena Jiménez, joven comunista
presidente de la Agrupación Juvenil del PCE, junto a dos de sus hermanos Rafael
y Antonio, José Valdivia Atienza, socialista y vigilante de arbitrios igual que
Manuel Arjona Lucena. Antonio García Marquez, socialista y teniente de alcalde,
además de presidente del sindicato “La Razón”. Antonio Luís González Toro,
socialista y guarda rural, junto a su hermano Francisco. Antonio José Luque
Cuenca, socialista y funcionario del Ayuntamiento, Rafael Ortiz Jiménez,
socialista y guarda municipal, Manuel Palma Varo, barbero y dirigente de uno de
los partidos del Frente Popular, o Francisco Prieto Jiménez, jornalero
comunista.
Con
total y absoluta impunidad, los bandos de Queipo de Llano alentaban a matar
como a perros a los enemigos del régimen, a los opositores del Glorioso
Movimiento nacional. Y así lo hicieron. Cuando no los encontraron a ellos,
asesinaron a sus familiares, a sus hijos, a sus mujeres padres o hermanos.
Se les
mató en las cunetas, y escampados, en las tapias del cementerio. Se ejecutó
planificadamente con un único objetivo histórico, perpetuarse en el poder
personal y oligárquico motivado por la explotación del hombre, para aniquilar y
triunfar sobre la lucha de clases del proletariado y campesinado, utilizando la
represión, la sumisión, el amiguismo y la violencia de las armas.
En las
semanas posteriores completaria otra escalofriante cifra que alcanzaría a más
de 90 personas. Hombres y mujeres, sin ninguna contemplación, ni por el sexo,
ni por la edad.
Gentes
sencillas y humildes, vecinos de la calle la Eras, la Villa, la calle Belen, la
calle Calvario, la calle Candelaria, Concepción, Membrilla, San Cristobal, los
Pozos, el Tejar, la Rosa, la Mata, o Santa Brigida, entre otras.
Comunistas
y socialistas, casi todos ellos y ellas. Aunque también existieron excepciones
sin filiación política alguna.
Durante
muchos días grupos armados patrullaron el pueblo sacando a las personas de sus
casas, deteniéndoles en los bares y en los campos, con cualquier pretexto.
Alrededor de la guardía civil y de las nuevas autoridades, se creo toda una red
de chivatos, confidentes, delatores y espias que solo aspiraban a medrar y
conseguir favores económicos y personales.
Detenian
a las personas que las listas elaboradas en algún bar local señalaban para
después Obligarlos a subir a camiones que fueron llevados a lugares alejados
del pueblo y despojándoles de los objetos de valor y de la documentación, eran
asesinados y abandonados los cadáveres o arrojados en cunetas y fosas comunes.
Algunos
después de ser asesinados, fueron apilados, rociados con gasolina y quemados.
Reducidos sus cuerpos quemados a golpes para poder ser introducidos en sacos y
arrojados a fosas
que
posteriormente se pusieron a la venta, para que nadie, jamás pudiera nunca
encontrarlos, ni identificarlos.
Las
atrocidades cometidas durante los primeros días de la guerra se ocultaron, se
manipularon y se silenciaron maquiavélicamente por parte del nuevo régimen
surgido, como parte de una estrategia de posesión de la verdad. Repetidamente
se engaño a las familias y jamás supimos donde buscarlos ni llorarlos.
Sin
embargo las atrocidades de los “rojos”,
serían difundidas públicamente a través de su - Causa General, creada por
Decreto de 26 dé abril de 1940- ( ni una sola recogerán de esta población).
Aplicar
la política del olvido y el miedo institucionalizado garantizó durante toda la
permanencia de la dictadura su efectividad y continuidad.
Las
familias de las personas desaparecidas y asesinadas, hubieron de seguir durante
muchos años sufriendo “en
silencio” el temor de no poder
hablar, … pues solo tenían derecho a callar y sufrir, a agradecer día a día que
aun seguían vivos, a temer por sus seres queridos, a ser parientes de los “marxistas” o “rojos”.
Marxistas
y rojos, así se les tildó, … así se les llamó . Así se les marcó de por vida.
Así de terrible e injusta fue la vida para centenares de familias de este
pueblo , condenadas a vivir en una atmósfera de temor y miedo constante y
permanentemente, durante mucho, muchísimo tiempo.
Autor. Rafael Espino Navarro.