El 30 de julio tuvo lugar un
acontecimiento político de gran trascendencia histórica: un pueblo asediado
internacionalmente y sometido a la violencia paramilitar interna, ha salido a
la calle para expresar su doble rechazo a la injerencia internacional y las
aspiraciones de las élites locales de recuperar el poder.
Hace
menos de veinte años, en el siglo pasado, un acontecimiento de tal magnitud
habría sido la noticia de portada de todos los informativos del mundo. Los medios masivos, públicos y privados, lo habrían
destacado en sus titulares, sin duda manipuladores, pero éstos habrían hablado
del desafío del pueblo venezolano a las amenazas imperiales. Habrían mostrado
imágenes, no muchas, pero seguramente alguna de las infinitas colas de pueblo
venezolano en los colegios electorales, como las del Poliedro de Caracas, o a
la gente caminando por montes y cruzando ríos en Táchira, o de Mérida donde los
colegios sitiados por guarimberos armados obligaron a la gente a desplazarse
buscando centros de contingencia donde poder votar, muchos se quedaron sin
poder hacerlo. Seguramente los pies de fotos habrían tergiversado las imágenes
y propuesto una lectura acorde con el desespero de la oposición golpista
incapaz de aceptar una derrota. Pero habría habido alguna imagen, algún
comentario, alguna noticia chiquita que hablara de la voluntad mayoritaria del
pueblo venezolano contra todo pronóstico y contra todo cálculo racional.
Cualquier
periodista digno de tal nombre hubiera querido registrar, analizar, verificar e
incluso manipular este acontecimiento. Más aún en momentos donde las redes
sociales hacen circular infinidad de imágenes que rellenan los vacíos gráficos
de las noticias. Donde los medios masivos ocultan una imagen las redes ponen
cientos. Sin embargo, el día 31 de julio la noticia sobre las elecciones
venezolanas a la Asamblea Constituyente fue esquivada por los medios masivos
españoles. Se dio otra noticia en su lugar.
La no noticia que suplantó el
acontecimiento venezolano fue construida sobre la matriz ya existente
(violencia y caos) y fue: nueva
jornada de violencia en Venezuela. Todos los titulares se
dirigieron, con más o menos adjetivación, a conformar una imagen que se
correspondiera con la propaganda destilada durante los meses anteriores.
Después fueron eclosionando las esporas diseminadas por la no noticia, que ya
habían sido distribuidas por las agencias imperiales: autogolpe, fraude, menos
votos de los que dice el gobierno, opositores nuevamente detenidos, aislamiento
internacional…
El
acontecimiento de una jornada electoral que movilizó a millones de venezolanos
que fueron a votar a sus candidatos Constituyentes fue demasiado contundente
como para ser silenciado; los ríos de pueblo venezolano encontraban infinidad
de ventanas digitales por los que emerger. De modo que el sistema de propaganda
de guerra de los medios masivos españoles, que se mantiene muy bien engrasado
por las agencias de prensa estadounidenses, activó uno de sus resortes más
sutiles. No enfrentó la noticia silenciándola, aunque también lo hizo; tampoco
manipuló imágenes como sí lo hizo con el fraudulento plebiscito de la oposición
el día 16 de julio (el diario El país tuvo que rectificar una imagen del ensayo
electoral para la Constituyente a la que puso un pie de foto afirmando que eran
colas para votar en el plebiscito de la oposición). En este caso, la técnica de propaganda mediática
empleada de forma mayoritaria fue sustituir el acontecimiento noticiable por
otro/os que atrajeran la atención de las audiencias.
Los
titulares hablaron de violencia, dictadura y condena internacional: “En una
jornada marcada por la tensión, manifestaciones, el rechazo internacional y la
violencia, los venezolanos votaron para elegir a los miembros de la Asamblea
Nacional Constituyente” (CNN en español); “Maduro consuma un autogolpe en
Venezuela en la jornada electoral más violenta” (El País); “Condena
internacional al desproporcionado uso de la fuerza en Venezuela. Al menos 10
personas han muerto en las protestas durante las elecciones a la asamblea constituyente
apoyada por Nicolás Maduro” (Televisión Española).
Ni
una sola imagen de los más de 14.500 centros electorales donde más de 8
millones de venezolanos esperaban turno para votar. Fueron, después de las
elecciones presidenciales del 2012 en las que se eligió a Hugo Chávez, las más
concurridas y masivas. Sin embargo, cuando se consulta el archivo gráfico de
las elecciones del diario El País, nos encontramos con un curioso fenómeno: de
30 imágenes seleccionadas por el periódico, 7 son de explosiones, barricadas y
actos violentos, en 2 aparecen los opositores, otras 2 el presidente Maduro y
el resto aparecen solitarios venezolanos votando con un primer plano de la
urna, pequeños grupos mirando los listados o sentados esperando para votar;
sólo hay una fotografía en la que se da una visión muy lejana de coches y
personas con un pie de foto donde se habla de “filas” para votar. La misma
falta de imágenes significativas se dio en Televisión Española. Es decir, en
los medios masivos españoles, las imágenes, cuando aludían al acto de votar
lanzaban un mensaje contrario a la realidad que circulaba por las redes
sociales, las imágenes decían: pocos venezolanos fueron a votar. Fueron
imágenes seleccionadas cuidadosamente para apoyar la versión de la oposición y para
no dar la noticia del masivo apoyo del pueblo venezolano a la Constituyente.
El
estos tiempos de redes sociales, donde los políticos no hacen declaraciones,
twitean, la volatilidad de información digital prevalece sobre el papel y las
televisiones replican las redes sociales, las formas de mentir y tergiversar se
hacen cada vez más complejas. Más eficaz que ocultar una noticia es dar otra
distinta que ocupe el lugar de la noticia real. Llamaremos a esto la “no
noticia”.
Parece,
según se deduce de las investigaciones del CIS (Centro de investigaciones
Sociológicas), que esto es habitual en los medios españoles. Como antecedente
tenemos el informe de junio de 2016 en el que se señalaba que aunque el paro
seguía siendo la mayor preocupación de los españoles, Televisión española le
dedicó la mitad del tiempo que empleó en hablar de la crisis política en
Venezuela (Los telediarios de ese mes dedicaron 71 minutos a la situación de
Venezuela frente a los 31 que dieron sobre el paro en nuestro país); o el 7 de
abril de este año en el que todos los informativos del mundo abrían con el
titular del desarme de ETA y sin embargo Televisión española hablaba antes de
Venezuela que del desarme de ETA.
Esta
técnica de propaganda de guerra usada por los informativos españoles forma
parte de otras más tipificadas como son: El doble rasero, tomar la parte por el
todo, las noticias tóxicas, la parcialidad de las fuentes, la ocultación o la
inversión causa efecto.
Para
el caso de la noticia sustituta, la no noticia, tiene que cumplir ciertas
características. En primer lugar, tiene que ser creíble, es decir tiene que
estar en la misma lógica de la matriz ya conformada; en el caso de las
elecciones a la Asamblea Constituyente esta matriz es: Violencia, golpe de
estado, caos, emergencia humanitaria.
Además,
ha de tener como base un hecho cierto como la quema de algún colegio electoral,
algunas barricadas incendiadas, algún incidente aislado. Este hecho, desde el
punto de vista de la relevancia social es anecdótico o no puede ser generalizado
tomando el conjunto de la evolución de las votaciones. Sin embargo, para no dar
la noticia relevante – la que sí es generalizable cuantitativa y
cualitativamente-, es fundamental contar con este hecho que en manos de la
guerra mediática funciona como los atentados de falsa bandera o autoatentados
(esos que se cometen para poder culpar al enemigo y justificar una
intervención). Así, en la jornada electoral venezolana hubo incidentes
provocados por la oposición, un atentado contra la Guardia Nacional
Bolivariana, emboscadas armadas para disuadir a los votantes y quema de
colegios electorales. Pero tomada la jornada en su conjunto lo relevante fue la
actitud pacífica y la determinación de los votantes para cumplir con su derecho
al voto.
En
tercer lugar, la noticia sustituta tiene que tener rango de espectacularidad
tanto como la noticia real con el fin de captar toda la atención. La violencia
es siempre una noticia espectacular en sí misma, es capaz de atraer la atención
y relegar cualquier otro hecho. Por eso, incluso cuando no se dispone de
imágenes de violencia se necesita que el periodista aparezca con chaleco
antibalas, máscara anti-gas y casco, para que nuestro cerebro de credibilidad a
los actos violentos que nos narra el reportero.
En
cuarto lugar tiene que ser capaz de concentrar la atención de los críticos con
los medios masivos para que todo el potencial contrainformativo se dirija hacia
la denuncia del “mensajero” (los medios de comunicación masiva). Los
intelectuales y analistas nos centramos en denunciar la tergiversación de los
medios y dejamos de lado la difusión de la noticia real; por ejemplo, nos hemos
centrado en la denuncia del atentado a la guardia nacional bolivariana que los
medios han convertido en la “represión de Maduro”, o en denunciar la violencia
de los paramilitares de la oposición saboteando las elecciones, en vez de
hablar de los venezolanos elegidos para reformar la Constitución, su extracción
social, su compromiso con las bases, las propuestas iniciales para la reforma de
la Constitución, los problemas de impunidad que pretende resolver la nueva
carta magna… En teoría de la comunicación esto se explica como la Agenda
Setting, es decir, son los medios masivos los que imponen de qué se hablará,
qué es lo importante, qué no debe aparecer en ningún medio, cómo dar la
información. La agenda de los medios masivos se convierte en la agenda de la
opinión pública.
Otra
no noticia de estos días ha sido el “aislamiento internacional de Venezuela”.
En Naciones Unidas, Venezuela ha obtenido el apoyo contundente en el Consejo de
Derechos Humanos por parte de 57 países que aprobaron una resolución de
reconocimiento de la Constituyente venezolana y demandaron la no injerencia.
Entre estos países estaban los más poblados del mundo y algunos de gran peso
internacional como Rusia, China, Irán, India o Paquistán.
La
no noticia que sustituyó a esta fue “EEUU y los principales países de América
Latina condenan la Constituyente de Maduro” (El País) también aparecida en la
mayoría de los medios españoles el día después de las elecciones.
Pero
esa técnica no funciona bien si no se cuenta con el personal especializado
capaz de, casi espontáneamente, elaborar las no noticias, capaz de mirar para
otro lado, bien pertrechado con el disfraz de “reportero de guerra”. Estos son
los paraperiodistas, y a la cabeza de la profesionalidad internacional, los
españoles, tanto de los medios masivos privados como de los públicos.
El
año pasado ya definí qué entiendo por paraperiodistas: “Si paramilitar dícese
de aquella persona afiliada a una organización civil dotada de estructura o
disciplina militar podemos decir de los paraperiodistas que son aquellos
periodistas afiliados a medios masivos que siguen una disciplina militar
arrojando bombas informativas sobre los objetivos definidos por sus empresas”
En el caso de los paraperiodistas españoles la plantilla está bien nutrida
tanto en los medios masivos privados como en los públicos. Entre estos últimos
encontramos a Marcos López y Nuria Ramos, corresponsales de televisión
española, que sin duda merecen una mención especial por su mal hacer
periodístico, siempre dispuestos a colocarse del lado de los que arrojan
cócteles incendiarios a la guardia bolivariana, capaces de negar con soltura
las imágenes que recogen sus cámaras, dispuestos a hacerse las víctimas –al
igual que la oposición- de la “represión del gobierno bolivariano”.
La
gran ofensiva contra el gobierno de Venezuela por parte de los medios masivos
españoles forma parte de la guerra global contra cualquier proceso que no se
discipline ante los intereses imperialistas. Nuestros paraperiodistas cumplen
su papel como parte del ejército vasallo. Estos días hemos comprobado que la
guerra mediática contra Venezuela es una de las más feroces que se conocen,
quizá porque la escalada bélica hoy no tiene precedentes y en realidad no
existen distintos tipos de guerra sino sólo una que cobra distintos aspectos.
Si como dijera el Papa Francisco estamos ante una Tercera Guerra Mundial de la
que sólo vemos pedacitos, Venezuela es hoy uno de los objetivos de guerra priorizados
por el imperio. La dificultad estriba en que, contrariamente a lo que nos
venden las películas de Hollywood, hoy en día la guerra no se nos presenta de
la misma forma que en el siglo pasado, nos es más difícil reconocer cómo se
desarrolla y quiénes son sus nuevos y viejos ejércitos.
Esta
guerra contra Venezuela trata de combatir los dos pilares sobre los que se
asienta la Revolución bolivariana: la
soberanía nacional y la utopía socialista. Se dirige a minar la
imagen de Venezuela en el exterior para contrarrestar dos de los rasgos más
característicos de la revolución bolivariana: la vía pacífica y democrática para transformar el
país y la utilización de sus recursos naturales para mejorar las condiciones
socio-económicas de la población. Es decir, minar la imagen de
un país que construye una alternativa al Capitalismo. En este sentido,
Venezuela ha tomado también el relevo de Cuba como referente de lucha para
otros pueblos. Se ha convertido, lo mismo que Cuba, en un mal ejemplo.
De
ahí que los misiles que son lanzados constantemente desde los medios masivos
para evitar el apoyo a la revolución bolivariana sean: la violencia y el autoritarismo. Se
trata de dos torpedos que tradicionalmente se han dirigido a la línea de
flotación de cualquier utopía socialista.
Con
este objetivo, los medios de comunicación y todo el sistema de propaganda
contra Venezuela se dirige muy específicamente hacia el campo de las campañas
electorales y a cuestionar su democracia. Hay que tener en cuenta que las
elecciones son la condición de la democracia para las élites políticas pero, sí
solo sí, se puede garantizar que la gente vota lo correcto, es decir, si
mediante la guerra de los medios de comunicación se logra convencer a la
población de quienes han de ser sus gobernantes.
Las
guerras no son cosa de los gobiernos, ni de las corporaciones, ni de los medios
de comunicación, ni de los pueblos. Las guerras son el resultado de todos y
cada uno de estos elementos. Los gobiernos declaran la guerra, pero antes, los
pueblos asumen que “era inevitable”, pero antes, las corporaciones echan sus
cuentas y hacen el balance de costes/beneficios, pero antes, los medios de
comunicación crean las condiciones para que no haya resistencia.
Pero
no todo está perdido: según un informe elaborado por la Universidad de Oxford
en 2015 y publicado por el Instituto Reuters para el estudio del periodismo, de
los 11 países europeos estudiados, los medios de comunicación españoles son los
menos creíbles. A nivel mundial, cuando se analizan los públicos de Estados
Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, España, Italia, Irlanda, Dinamarca,
Finlandia, Brasil, Japón y Australia, sólo los medios de comunicación
estadounidenses tienen menos credibilidad que los españoles.
Ángeles Diez Rodríguez, Doctora en CC. Políticas y Sociología,
profesora de la Universidad Complutense de Madrid, España.