Cuando se cumplen cien años de la gran
revolución socialista de octubre el capitalismo internacional se encuentra en
su fase imperialista de desarrollo más avanzada, donde todas las tendencias
analizadas por Lenin se han confirmado y desarrollado según las líneas
políticas que él analizó. Su violencia, la mayor explotación de la clase
obrera, la mayor parte del planeta sometida a su lógica de acumulación,
militarismo y rapiña. Los retrocesos producidos en los años noventa del siglo
pasado han dejado a la clase obrera en una situación de desventaja. La
ausencia del bloque socialista del Este ha dejado a la clase obrera en una
situación de mayor desventaja para la lucha por su emancipación.
En una tal situación los retos para el
Movimiento Comunista Internacional son extraordinarios. La necesidad de superar
las actuales debilidades y hacer avanzar las posiciones revolucionarias es
apremiante. Los Partidos Comunistas y Obreros estamos situados ante la
responsabilidad de dar una respuesta a la altura de las exigencias del momento
histórico. La barbarie del imperialismo es tal que se encuentra en juego el
mismo futuro de la Humanidad.
Este agotamiento histórico de la
formación capitalista tiene una doble consecuencia para la lucha de clases
concreta hoy en día: por un lado, de forma general, nos enfrenta a un
capitalismo cada día más parasitario y en descomposición desde el punto de
vista de su lógica integral, y por otro lado nos enfrenta a unas grandes
potencias capitalistas presas de una enloquecida espiral de violencia, para ellas
imprescindible, ante el agotamiento y el bloqueo de los mecanismos necesarios
para dar continuidad a la acumulación del capital. En este contexto los riesgos
son tan extremos que afectan, incluso, a la misma continuidad de la existencia
de la Humanidad.
Desde estos dos determinantes, todos los
aspectos de la vida de la clase obrera internacional, de los pueblos y de las
naciones, quedan sujetos a las violencias diversas que, de forma continua, el
sistema capitalista genera como consecuencia de su desesperada situación, que
se agravó aún más con el estallido de la última crisis mundial en agosto de
2017.
Los grandes monopolios, con mano férrea,
ejercen su dictadura a todos los niveles, imponiendo un orden internacional
donde las principales víctimas son los países capitalistas más débiles de la
cadena. El proceso de concentración y centralización del capital se acelera y
agiganta con dimensiones mundiales.
Capitalismo parasitario y en
descomposición que necesariamente está sujeto a una espiral en su violencia
explotadora. La clase obrera internacional es sometida a una mayor tasa
de explotación y a una mayor pobreza, aparejadas a una pérdida generalizada de
derechos en la relación directa capital-trabajo. Aumentan las
agresiones contra la naturaleza, afectando a la estabilidad necesaria del
hábitat para la continuidad de la vida de la especie humana, como consecuencia
de la desesperada competencia entre esos gigantescos monopolios.
La Humanidad entera es sometida a todo
tipo de mecanismos de alienación y coerción por la ideología burguesa hoy
hegemónica, degradando los valores identitarios y cohesionadores de los grupos
humanos, incluyendo el violento sometimiento patriarcal y mercantil de las
mujeres, el racismo, la discriminación sexual, la exclusión de las minorías, el
embrutecimiento cultural, ……, buscando con ello anular todas las capacidades
más avanzadas de las sociedades humanas (que se han producido en buena medida
en el mismo interior del sistema capitalista), y que éste –como toda sociedad en
etapa de muerte- considera que son un peligro para el sostenimiento de su
brutal dominación.
Por último, la guerra imperialista como
recurso extremo de violencia para tratar de remontar la profunda crisis
económica, se ha expresado en las últimas décadas en una diversidad de criminales
agresiones a Libia, Irak, Somalia, Líbano, Siria, Yemen, Mali, Afganistán, etc.
lo que, actualmente, se expresa en la amenaza militar continuada contra la RPD
de Corea. Mientras tanto, permanecen a lo largo de los años otras
situaciones que no siendo de guerra sí son de violencia permanente contra los
pueblos, como son los casos de Palestina o el Sáhara Occidental, o el criminal
bloqueo contra Cuba, entre otros.
Esta situación, tan extrema, y mientras
perviva el sistema capitalista, está abocada en el próximo futuro al incremento
de todas sus tendencias más negativas. Solo la intervención de otras fuerzas
distintas puede impedir esta deriva hacia una barbarie mayor y, por ello, nos
coloca a las organizaciones del Movimiento Comunista Internacional ante
responsabilidades de importancia histórica, a las que tenemos que dar respuesta
sin mayores aplazamientos.
1. INTERVENIR EN LA LUCHA DE CLASES
INTERNACIONAL
Una de las expresiones más
incontestables de las dificultades por las que pasa hoy el MCI es su ausencia
de intervención, de una forma unitaria, en cualquier aspecto práctico de la
lucha de clases internacional, por pequeño que éste sea.
Ello no solo es reflejo de las actuales
dificultades internas del movimiento en su conjunto, sino que, además, es
expresión de una alta irresponsabilidad ante las exigencias de intervención
práctica que la situación demanda, que es algo ineludible para toda
organización revolucionaria. Este hecho pone de manifiesto un problema
mayor que es necesario enfrentar.
Que estos Encuentros internacionales no
hayan tenido hasta el presente la capacidad para acordar una mínima agenda de
intervención unitaria, anual o ante determinadas situaciones concretas, es una
grave situación que tiene consecuencias directas sobre las condiciones de vida
de la clase obrera de todos los países. También sobre las condiciones de la
capacidad de esa clase obrera para organizar las luchas para su emancipación en
mejores condiciones.
Esta es una cuestión que hay que abordar
en clave de debate entre organizaciones revolucionarias. A nuestra propia
manera.
Este estado de cosas, que se mantiene
inalterado en las últimas décadas, es un obstáculo para que la clase obrera
internacional pueda percibir que existe una alternativa de futuro -para las
trabajadoras, los trabajadores, y para toda la Humanidad-, frente a la actual
situación de barbarie y de hegemonía absoluta del capitalismo, a pesar de su
profunda crisis.
El capitalismo, con su mismo desarrllo,
ha creado ya la base material necesaria para el tránsito a la sociedad
socialista. Si estamos de acuerdo, esa cuestión se ha de considerar central
para la lucha revolucionaria y para el programa que ha de dirigir las luchas
del MCI.
Hoy el MCI, como conjunto de
organizaciones, tiene que hacer un responsable esfuerzo revolucionario para
crear las condiciones que le permitan enfrentar la actual situación de la lucha
de clases con las capacidades que la situación exige.
¿Qué hacer ante esta situación? Como
siempre, buscar el camino.
Nuestro objetivo, dicho de una forma
generalista, es conseguir que el paradigma del socialismo se convierta en el
horizonte de aspiraciones de la clase obrera y, también, de amplios sectores
populares. Descartemos, por tanto, una vía reduccionista que considere que no
es imprescindible tener una propuesta para un cambio de la subjetividad de las
amplias masas que les posibilite reconocer la vía de salida.
Ese cambio de la subjetividad refiere
a un proceso de acumulación de fuerzas que articule el bloque obrero y
popular, que ha de cambiar la actual correlación de fuerzas frente al bloque de
la clase dominante hoy. Refiere a una táctica con el objetivo de cambiar
tal correlación de fuerzas, sumando a quienes queremos el cambio con quienes no
se oponen a la posibilidad del cambio (Lenin), que generaría la fuerza
necesaria para hacer posible la derrota y destrucción total del enemigo de
clase. Todo ello bajo conducción revolucionaria. Siguiendo la premisa de la
fusión del Partido de Vanguardia con las masas.
2. ACORDAR UNAS NORMAS INTERNAS DEL MCI
PARA AVANZAR EN LA UNIDAD
Y ese proceso no será posible
sin el Partido de Vanguardia. Entendido éste como la organización que
se dote de las capacidades necesarias para armar los liderazgos imprescindibles
en un proceso revolucionario. Un Partido que trabaje para cambiar la
correlación de fuerzas a favor de la clase obrera, sabiendo elevar la lucha de
clases a una situación de crisis revolucionaria. Ahí es donde el MCI tiene
que entrar a concretar, de forma detallada, el desarrollo táctico de su
intervención hoy.
El PCPE quiere aprovechar esta ocasión
para exponer de forma sintética su visión de por donde sería posible avanzar
para revertir la actual situación desfavorable a la causa revolucionaria.
Tenemos un gran interés en atender todas las propuestas que se presentarán en
este Encuentro.
Nuestras propuestas, de una forma
resumida, son:
- Un MCI comprometido en dar solución a sus
actuales dificultades, derivadas en lo fundamental de diferencias
ideológicas no pequeñas y de las diversas experiencias en la lucha;
acordando un método de debate y un temario dentro de un calendario de
trabajo compartido. Ello vinculado al compromiso de la práctica política
concreta, para que sea operativo.
- Un MCI que se comprometa con una práctica de
acciones puntuales que ayuden a unificar al movimiento, a visibilizarlo
ante la clase obrera, y a abrir camino para resolver las cuestiones
ideológicas con apoyo en esa línea de práctica de acción, fundiendo debate
y práctica en una unidad dialéctica superior. Unidad práctica de acción
que debe buscar el liderazgo en la conducción revolucionaria de las más
amplias masas.
- Un MCI capaz de analizar las diversas violencias
del capitalismo actual en el día a día, de forma concreta, e intervenir en
el combate (teórico y práctico) contra las mismas. Diversas violencias que
se corresponden con diversas contradicciones internas al sistema de
dominación que, basculando alrededor de la contradicción principal
capital-trabajo, tienen la capacidad de articular sujetos sociales
diversos que han de formar parte del necesario e imprescindible proceso de
acumulación de fuerzas para la lucha revolucionaria. El racismo, la
violencia contra las mujeres, la destrucción de la naturaleza, el gasto
militar, las privatizaciones, las contrarreformas laborales, etc. Todas
éstas, y otras colisiones, nos aportan la base necesaria para la
acumulación de fuerzas como resultado de una política de alianzas, en
resumen. Siendo uno de los factores decisivos en el desarrollo del factor
subjetivo necesario en el camino para la toma del poder por la clase
obrera.
- Un MCI que sustenta su acción práctica en el
análisis concreto de la formación capitalista tal como existe hoy.
Considerando las condiciones actuales de reproducción del capital, en la
sociedad de altas capacidades científicas y tecnológicas nunca conocidas
antes en la historia, en la internacionalización global, y en la alta
concentración y centralización del capital, como una oportunidad especial
para hacer avanzar las posiciones sustentadas en el materialismo histórico
entre las grandes masas obreras y populares. Valorando este contexto como
el momento más favorable, antes nunca visto en la historia, para el avance
de las posiciones por la emancipación de la clase obrera en la historia de
la lucha de clases.
- Un MCI que reconozca la soberanía de los
procesos, y el protagonismo insustituible de sus sujetos, y que asuma el
internacionalismo proletario como una práctica concreta en la lucha política
diaria, y no como una formulación retórica incapaz de trasladarse a la
práctica frente a las violencias más concretas del imperialismo.
Internacionalismo proletario del que forma parte irrenunciable el
reconocimiento del derecho a la libre autodeterminación de los pueblos.
- Un MCI que se relacione sobre la base del respeto
a la soberanía de los sujetos revolucionarios concretos, sin injerencias
en los asuntos internos de cada organización.
- Un MCI que haga del marxismo-leninismo la ciencia
necesaria para guiar los desarrollos de la lucha de clases internacional,
que se nutre y se perfecciona con las mejores aportaciones de la historia
de la lucha revolucionaria internacional, con los aprendizajes nuevos y
con las experiencias en el combate diario en la realidad concreta de cada
organización.
- Un MCI que ha de aspirar siempre a conseguir
mayores niveles de coordinación y unidad, en lo político y en lo
ideológico. Entendiendo que ese objetivo está vinculado a una práctica
internacional basada en los principios anteriores, y al mismo desarrollo de
la lucha de clases y al avance de las capacidades de las organizaciones
del campo revolucionario. Solo dando pasos en estos primeros objetivos,
asumiendo compromisos prácticos, será posible colocar en la agenda otras
metas superiores.
Para concretar avances en la
coordinación internacional revolucionaria es posible empezar por asumir el
compromiso de trabajar en la formación de un Frente Mundial
Antiimperialista, como marco de alianzas y como frente de masas, para
intervenir con posición propia frente a la agresividad actual del imperialismo
contra la clase obrera y los pueblos, contra la guerra imperialista y el
armamentismo en general. Demandas ampliamente sentidas que facilitarán la
intervención del MCI en amplias masas con el objetivo central de confrontar con
la agresividad de las políticas del imperialismo.
El mejor homenaje a la Gran Revolución
Socialista de Octubre sería iniciar el camino para la coordinación
internacional revolucionaria, en un primer paso, impulsando este Frente Mundial
Antiimperialista. La clase obrera internacional y los pueblos del mundo comenzarán a
reconocer a los Partidos Comunistas y Obreros como guías de sus ansias de
emancipación.
El año del 100 Aniversario de la
Revolución Socialista de Octubre es, sin duda, una buena ocasión para avanzar
en lo que hoy nos exige la lucha de clases.
PCPE. 19 ENCUENTRO INTERNACIONAL DE
PARTIDOS COMUNISTAS Y OBREROS